Hace apenas trescientos años, los primeros científicos pudieron demostrar que los rayos no son obra de algún dios, sino descargas eléctricas.

El pararrayos de fama mundial fue inventado por Benjamin Franklin en 1752 y ha servido muy bien hasta el día de hoy. Con la ayuda de simples barras de hierro, el rayo simplemente se desvía hacia el suelo para que no se produzcan daños en el edificio.

La tormenta eléctrica tiene una función importante para mantener el campo eléctrico de la tierra. En Alemania, el espectáculo natural se puede admirar principalmente en verano.

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